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mmmmm un poco salvaje
Posted:Apr 23, 2016 6:00 am
Last Updated:Aug 15, 2016 5:13 am
2365 Views

Sentada entre sus piernas, su cabeza descansaba en su entrepierna. Él mesaba suavemente sus cabellos. Su ajustada camiseta de tirantes remarcaba notoriamente la dureza de sus pezones, quizá aún enrojecidos por los apretones recibidos mientras él la follaba salvajemente por detrás.

No era la primera vez que la había poseído así, como un potro desbocado montando a la yegua; pero ese día….tuvo algo de distinto; por primera vez, y la había montado muchas, al tiempo que notaba como su leche inundaba su culo, le pidió a gritos que la enculara más, que la partiera en dos, que le rompiera el culo y oírla gritar de esa forma provocó, confesaría después, el orgasmo más intenso que había podido sentir nunca.

Su grito volvía machaconamente a su cabeza e inevitablemente su polla se puso dura y ella empezó a sobar su entrepierna. Con una mano, agarraba sus huevos y los masajeaba; con la otra, movía su polla cadenciosamente, arriba…abajo, arriba…abajo.

Se deleitaba él metiéndole los dedos en la boca; dedos que ella chupaba lascivamente sabiendo que él se excitaría aún más; sabiendo que acabaría pidiéndole con desesperación que se la comiera como sólo ella sabía hacerlo.

Su polla había pasado por muchas bocas, femeninas e incluso masculinas, pero nunca nadie se la había mamado con la intensidad y la habilidad que ella lo hacía; tales eran, que sabía que en el momento en que entrara en su boca estaba ya perdido si ella no lo evitaba apretando fuertemente sus huevos para evitar que se derramara.

Y cuando sintió que ya no podía aguantar más el sobeteo de sus manos, el ya frenético ritmo de subidas y bajadas, cuando su grito al ser enculada volvió a resonar en su cabeza, su voz rota le pidió que se la mamara; agarró su cabeza y le metió la punta de la polla en la boca. Ella, se apresuró a apretar sus huevos hasta hacerlo gritar en una mezcla de dolor y placer; mientras lo hacía, movía su boca sobre su polla, recorriéndola toda, haciendo que entrara en su boca hasta tocar la campanilla, atragantándose, con lágrimas en los ojos y aguantando la náusea, babeando, succionando con fuerza cada vez más deprisa.

Notando que se tensaba, que ya no era suficiente con apretarle los huevos para retenerlo, dejaba de comérsela pasando a juguetear con sus huevos; los acariciaba, se los metía en la boca, los soltaba y bajaba su puntiaguda lengua a su culo, que recorrió una y otra vez hasta que estuvo dilatado. Volvió entonces a su polla, que entró hasta la garganta y le arrancó a él el gemido que ella conocía y presagiaba la inminente explosión; justo en ese momento, hizo que uno de sus dedos entrara y saliera de su culo provocando la salida descontrolada de leche que ella se apresuró a beber.
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asi somos entre chicas
Posted:Apr 23, 2016 5:54 am
Last Updated:May 14, 2024 9:37 pm
2130 Views

Entre abrazos y besos, respiraciones cortadas por las lenguas enredadas, cuando sus dedos alcanzaron mi sexo ya hinchado y sensible.

Poniéndome a cuatro patas sobre el sofá, me quitó el tanga. Se arrodilló para estar a la altura de mis nalgas que separaba con sus manos, dejando al aire mi coño. La humedad antes atrapada entre los labios, se escapaba ya y era ahora, con el mimo de sus dedos, miel que goteaba.

Movía sus dedos dentro hábilmente sobre mi clítoris, frotando como quien frota un objeto para sacarle brillo, recorriéndolo sin prisa. No menos hábiles eran sus dos dedos que se movían, las yemas hacia arriba, dentro de mí.

-Es una locura abrirte y ver lo mojada que estás, como es una locura meterte los dedos y saborear a la par tus mieles.

Me di la vuelta; nos besamos; sacaba sus dedos de mi interior y los colocaba entre nuestras bocas que, ávidas, se apresuraban a libar. Volvía a meterlos y yo me moría ya de ganas por sentir algo más que sus dedos; él lo sabía y me castigaba aumentando el tiempo de espera.

Besaba mi boca sin tocarme, bajaba al pecho, vientre, saltaba de un muslo a otro llegando hasta la rodilla desde donde volvía a subir hacia el estómago sin pasar por el sexo. Primero caricias, luego eran ya mordisquitos.

Yo ya estaba muy caliente cuando noté su lengua en las ingles. Me moría de ganas por coger su cabeza y hundirla en mi sexo, pero lo dejé hacer. Ya los jadeos escapaban de mi boca cuando separó los labios y me dio el primer lametón, lento pero intenso, de arriba abajo. Su lengua posada en mi ano volvía a subir lentamente hasta llegar al clítoris. Sentía todo el grosor de su lengua en mi coño dilatado y abierto, subía y bajaba sin parar acompañada por sus jadeos ya tan audibles que diría que transmitían vibraciones a mi coño. Cada vez que pasaba por mi clítoris era sacudida por una convulsión.

Le gustaba hacerme sufrir, que suplicara; lo volvía loco que le dijera “por favor” queriendo decirle “métemela ya, fóllame con tu lengua”. Dejaba de lamerme, acariciando superficialmente hasta que el ”por favor” salía de mi boca; uno detrás de otro, “por favor, por favor, por favor”.

Era entonces, y sólo entonces, cuando enterraba su lengua en mí hasta el fondo separando los labios con sus dedos. Todo mi sexo a su merced, fornicado lenta y profundamente, luego penetrado a un ritmo vertiginoso ora por su lengua, ora por sus dedos hasta que no pudiendo más, sintiendo que me desbordo y mi cuerpo se tensa , agarro su cabeza, la aprieto contra mí, gimo, aprieto mis pechos con fuerza.

Al ver su cara y su boca empapadas por mi flujo, los gemidos y las convulsiones se intensifican, estoy a punto, estallo, soy agua.

Levanto mis caderas empujando contra su cara mientras suaves espasmos terminan de recorrer mi cuerpo. Se ahoga en mí a la vez que bebe vida, saborea cada momento de mi orgasmo. Poco a poco mi cuerpo se relaja intentando recuperar el aliento perdido mientras vuelve a besarme.
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busco un hombre asiiiiii
Posted:Apr 23, 2016 5:52 am
Last Updated:May 14, 2024 9:37 pm
2367 Views

En éste relato quiero compartir con Polyamory Date una de los temas sexuales que más me gustan: el arte del cunnilingus, es decir, el deleite de comerse un buen coño y de observar el placer que se le da a la mujer.

Es ésta la práctica sexual que creo que es la que más me gusta, ya que me encanta dar placer a las mujeres, observar sus gestos, gemidos y sentir (y saborear) su orgasmo. Casi más que mi propio placer.

Voy a describir simplemente cómo me gusta hacerlo a mí; doy fe de que muchas mujeres han disfrutado y se han corrido “pegadas” a mi. También iré deslizando los detalles que me vuelven loco personalmente…

Me gusta comenzar besando profundamente la boca de la mujer, lamiendo orejas y cuello, ir quitando la blusa, desabrochando el sujetador y comiendo a conciencia sus pezones y axilas. Me gustan las mujeres con cuerpos naturales, con el vello en su sitio y sin operaciones, disfruto igual de unos pechos pequeños que enormes y adoro los pezones con aureola grande. Tras un buen calentamiento, bajo la falda o pantalón despacio, de frente al coño.

Me encanta dejar la braguita puesta al principio…da juego después…

Tumbada boca arriba, voy alternando mordisquitos y besos en la parte interior de los muslos, adoro los exuberantes y generosos. Al principio, no paso por encima de las bragas, pero voy acercándome cada vez más al centro en cada pierna, casi hasta percibir el olor de cada mujer.

Comienzo a acercarme ya al monte de venus, guardado aún en sus bragas, comenzando por el interior de un muslo a lamer y cuando llego al centro, beso al coño aspirando su aroma y paso al otro muslo.

Adoro que se vayan mojando poco a poco, calando las bragas. Cuando ya no podemos más, retiro un poquito la braga, y sólo beso la parte superior del coño, cerca del clítoris. Un detalle: si al retirar la braguita tocando el interior te pringas los dedos, enhorabuena, lo estás haciendo bien!!

Ahí aspiro el aroma que la mujer ha ido acumulando durante el día. Es una mezcla de el poquito de pis que queda después de orinar al limpiarse, los fluidos vaginales que segregan normalmente, las feromonas que segrega su ano…y el jugo del calentón que estamos provocando con el juego. Voy bajando los besos hasta la húmeda vagina y comienzo a meter la lengua dentro de ella.

La primera lametada es deliciosa: ella se estremece y gime, yo comienzo a degustar su concentración de sabores y olores. Como decía antes, prefiero las mujeres naturales, con el coño bastante peludo, ya que, aparte de atraerme más visualmente, el pelo fija y potencia todos esos sabores y olores que me vuelven loco.

Lamo su vulva a conciencia, no dejando ni un milímetro sin recorrer por mi lengua. Paso mi lengua despacio entre los labios mayores y los menores, empiezo a un lado del orificio de la vagina y voy subiendo hasta el clítoris, lamiendo por encima, sin descapucharlo aún y bajo por el otro lado, hasta dejarla completamente limpia.

Luego introduzco mi lengua despacio pero todo lo profundamente que puedo dentro de la chorreante vagina y subo hacia el clítoris; voy comiéndolo con cuidado, alternando lametones con succión de mis labios moviendo la cabeza a los lados. Si metemos un par de dedos en la vagina mientras hacemos esto y otro que acaricie o entre un poquito en el ano…ella comienza a perder la cabeza.

En este momento, empujo los muslos hacia arriba para lamer y besar el ano de la mujer e ir haciendo una pasada completa de abajo hacia arriba de un solo lametón: ano, vagina y clítoris.

Las bragas ya no sé dónde están…

La pongo a cuatro patas para lamer en dirección opuesta: clítoris, vagina, ano.

Y aquí le damos el último toque, si aún aguanta, que es lamer el ano a conciencia mientras metemos los dedos índice y corazón en la vagina y acariciamos el clítoris con el dedo gordo…en breves instantes los gemidos aumentarán y comenzarán los espasmos del orgasmo…y podrás degustar tu par de dedos chorreantes de corrida…
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soñando despierta
Posted:Apr 23, 2016 5:49 am
Last Updated:Nov 6, 2016 10:53 am
1823 Views

Hace tiempo que todos los días empiezan igual. Suelo despertarme bien entrado el día, cuando el sol ya lleva un buen rato espiándome tras la persiana, buscando algún hueco por el que entrar y rescatarme (o secuestrarme) del sueño. Siempre lo consigue. Empiezo a rodar por la enorme cama doble, intentando encontrar la postura para esconderme de la luz que me acosa y poder seguir durmiendo. Sé que es inútil, pero lo intento igualmente todas las mañanas, es como un juego.



Juego a que la cama es infinita, una cama infinita llena de gente desnuda, porque no tienen nada que ocultar. Un mundo donde no hace falta levantarse. Simplemente ríen, se acarician, juegan a pegarse con las almohadas... Pasa media hora y me encuentro con la realidad, así que acabo tumbándome boca arriba y dejo escapar un suspiro. Para animarme un poco empiezo a resoplar y hacer el tonto con mi pelo. Infantil pero efectivo.



Mi fantasía es exagerada. En casa solían enfadarse conmigo porque siempre estaba en mi mundo. A él no parece importarle, pero a veces se mofa con ese tono que me pica tanto. Algunas noches, sobre todo cuando me he portado especialmente bien, me pregunta qué se me ha pasado ese día por la cabeza. Me da miedo decir alguna tontería y que su risa despreocupada se convierta en una burla sincera, pero al final siempre consigue que hable por los codos hasta que me duermo de puro agotamiento. Aunque es mucho más frecuente que me agote de otras formas... En ese punto mi imaginación empieza a derivar por otros derroteros.



"Me pregunto... me pregunto qué diría si decidiera portarme mal y quedarme aquí. Cuando volviera y descubriera que he estado holgazaneando todo el día, ¿qué haría? Seguramente se molestaría y pondría esa voz grave. Entonces se vería obligado a castigarme. Me obligaría a ponerme de rodillas y pedirle perdón mientras atiendo su lujuria. ¿Usaría las esposas o me ataría las manos con su cinturón? Si está de buen humor me susurraría cosas sucias para avergonzarme, mientras me utiliza como su juguete para desfogarse, una y otra y otra vez. Y si está de mal humor..."



Lo que al principio era un pensamiento cariñoso empieza a cargarse de tintes adultos. Las vueltas que estoy dando en la cama ahora tienen otro significado. Las sábanas huelen a él, a mí, a nosotros. Siempre se despierta antes que yo porque tiene que ir a trabajar, así que todas las mañanas le echo de menos. Querría despertar a las tantas con el tacto de sus dedos recorriendo los surcos de mi oreja, acariciándome mientras dice mi nombre al oído. Después besándome suavemente por el cuello, con esos besos que me dan tantas cosquillas. Luego bajaría poco a poco por mi pecho, explorando cada milímetro de mi cuerpo que es solo para él, enloqueciéndome con cada roce, hasta alcanzar mi región más indefensa, la que le desea con más fervor...

Para cuando quiero darme cuenta no sus manos las que están bajando a esa zona, sino las mías. Siento la tentación de hacer algo sucio, indecente, pero las aparto en el último momento como si me estuviera quemando. Hacerlo sin él sería traicionarle y conseguir que se enfadara de verdad. Entonces me obligaría a separarme de él, de sus besos, de su cuerpo, hasta que no aguantara más y estuviera al borde del colapso. Hasta que le suplicara entre lágrimas por una palabra más, por otra caricia. Por volver a verle, sentirle, amarle. No; traicionar su confianza es inimaginable.



Solo le sirvo a él. Vivo por él, para él. Su placer es el mío. Y tal vez mi placer a veces lo haga suyo también; pero siempre debe estar presente para comprobarlo, para verificarlo.

Para permitirlo.



Hoy tengo cosas que hacer.



Me levanto de la cama de un salto, como si hasta ese momento hubiera estado apagado y de pronto me enchufaran a la corriente. Si alguien me estuviera viendo le parecería una reacción espontánea; en realidad tengo este conflicto interior (o similar) todas las mañanas. En alguna ocasión lo habré perdido, especialmente al principio de conocerle. Ahora es impensable.

Lo primero que hago es abrir la ventana y tirar modestamente de la persiana, esta vez sí, invitando al sol a entrar. Le sigue aburrida rutina para alcanzar los estándares de Naciones Unidas; desayuno y me aseo lo suficiente para pasar la evaluación de mi propia autoestima. Cuando llego al cuarto de baño y me miro al espejo (o el espejo desgraciadamente me encuentra, según el día), siempre entro en un pequeño trance nostálgico. Examino mi cuerpo con la atención que solo puede dedicar alguien que intenta impresionar a un ser amado. Idolatrado.



Pelo rubio con matices cobrizos en la raíz, casi imperceptibles, que cae atropelladamente hasta el cuello en forma de ondas poco pronunciadas. Piel clara con algunas imperfecciones, un pequeño lunar aquí y allá, pero que según su dueño ´añaden encanto´, así que no les doy importancia. Ojos ligeramente entrecerrados color café, de expresión alegre pero algo tímida, orejas normales, nariz traviesa y sonrisa frágil, temblona, pero propensa a aparecer. La mayoría de adjetivos de su cosecha.

Mi figura es delgada, un poco endeble, nada remarcable y no da señales evidentes de mi género. Bastante andrógina. Sin un solo vello corporal. No es femenino, no es "sissy", simplemente es higiénico. Una de mis tareas, o de mis placeres, es presentar y mantener debidamente mis pertenencias para su propietario. Aunque paso un rato mirándome es en ese momento cuando me veo: el momento en el que ese pensamiento surge en mi mente. Y ahí es cuando aparece la nostalgia.



¿Siempre he sido... así? ¿O tan así? ¿En que pienso cuando digo "así"? Lo tengo en la cabeza, flotando en alguna parte, pero no se expresarlo con palabras o en un concepto. Ha pasado tanto tiempo y a la vez me ha parecido tan poco; no sabría decir con seguridad.

Qué tontería, solo soy yo, ¿verdad?



No necesito hacer maniobras complicadas para este análisis matinal, estoy completamente desnudo. A excepción de un modesto artículo en mi entrepierna, que aunque recubre la piel no puede considerarse ropa. A no ser que exista ropa que requiera de un candado para vestirla y desvestirla.

Soy un prisionero, pero no estoy secuestrado. La llave que abre todo mi mundo de éxtasis delirante está ahí mismo, junto a la puerta. Solo tengo que sostenerla entre mis dedos un momento, para quitarle los frenos al tren de la autosatisfacción del que podría ser pasajero preferente. Obtener mi propio placer sin control y sin contemplaciones, hasta perder el sentido. Pero me excita mucho más la alternativa.

Es una especie de ritual. Hay dos alcayatas clavadas junto a la puerta. En una está mi llave: la llave a mi intimidad, a mis deseos más intensos (y más primarios), el centro de mi existencia. La otra es para las llaves de la entrada. Cuando el dueño de ambas la atraviesa en cualquier dirección cuelga una de las llaves y coge la otra, de modo que siempre hay una llave en la pared y nunca coinciden entre ellas. Que estuvieran las dos llaves colgadas, o ninguna, solo podría significar el desastre.



Solo hay un momento del día en el que se me permite usarla y es para ducharme, justo lo que toca a continuación. Quitando mi perfeccionismo casi enfermizo no hay mucho que contar, aunque la fuerza de voluntad que necesito para colocar ese artilugio del demonio de nuevo en su sitio merece dedicarle un libro. Milagrosamente hoy no he tenido que usar los cubitos de hielo o el nitrógeno líquido. En general me limpio y cuido exactamente igual que todos los humanos. Pero más.

A la hora de secarme casi no necesito toalla, la calefacción de la casa siempre se mantiene a una agradable temperatura ambiente. Cierta persona que paga las facturas se deleita en la idea de que me pase el día prácticamente como me trajeron al mundo. "Para preservar mi inocencia y mi conexión con la naturaleza" o algo así; la excusa más ridícula para dejar sin ropa a alguien. Tanto que viniendo de él hasta me parece adorable. ¿Otra vez con la ensoñación? Soy incorregible.

Puedo oír su voz diciendo esas palabras. "Eres incorregible".

...

¿No tenía yo que hacer algo?



Ahora sería el momento de vestirme, pero antes hay más cosas en la lista. Mantenimiento del hogar. Ah, se lo que está pensando, señor juez. "¿Un sumiso afeminado que hace las veces de sirvienta? Qué cliché". Para empezar, si he acertado es un poco grosero por tu parte (¡espero que no hables igual que piensas!). Segundo; desviado sexual, religioso fanático o cualquier cosa intermedia, ¿a quién no le gusta una casa limpia? Y siendo yo el que más tiempo pasa en ella, quién más lo va a hacer. Ni siquiera es una especie de fantasía erótica barata, es sentido común.



Bueno, quizá la idea de limpiar la casa de arriba abajo completamente desnudo y ser recompensado apropiadamente por mi esfuerzo sea un poquito atractiva, pero eso es mi opinión subjetiva. Además no es como si estuviera encerrado y encadenado.

Hoy al menos, no.



¡También tengo aficiones más allá de dejarme atar y trabajar "gratis"! Leo compulsivamente, pero no me gusta hablar de libros. También escribo, miro el paisaje y dibujo garabatos en la azotea, toco un poco la guitarra, bailo y canto a voces haciendo eso de Bob Seger por el suelo recién fregado. Salir a la calle es un poco más problemático, pero incluso eso...



Las ocho. Basta de charla. Siempre cumplo con mis obligaciones domésticas primero, así que para esta hora por suerte ya está todo terminado. Dejo mi última lectura en su lugar de la estantería y paso de nuevo al cuarto de baño. Un nuevo aseo rápido, una segunda opinión, quitar el sudor aquí, hidratar allá, los pantis, las medias, los ligueros, peinar y acondicionar, los guantes, un pequeño lazo negro en el brazo izquierdo, todo listo. Y mil cosas más. Al final parezco envuelto para regalo. No queda muy lejos de la realidad. Todo por mi amor. Y para mí, para nosotros, no se puede decir `amor` sin decir antes `amo‘.

Puede que hoy ni me toque o que toda la parafernalia acabe por el suelo, o hasta colgada del marco de la ventana, pero en cualquier caso la presentación es ganadora. Con la precisión de un reloj suizo, termino los preparativos y me coloco frente a la puerta. Hemos hecho esto mil veces y aun así mis piernas tiemblan de pura anticipación. Mi impaciencia me traerá problemas.

Deseo esos problemas.



El reloj marca las nueve. Tal vez haya pasado más tiempo y sean las diez, las once o la semana que viene. Las nueve es la barrera psicológica, a partir de ahí por lo que a mí respecta puede pasar una eternidad. Solo estamos la puerta y yo. Solo está lo que va a entrar por ella.

Se oyen pasos, enérgicos, marcadamente masculinos, que no se toman ninguna prisa en llegar a su destino. La luna se dibuja en el diámetro de mis pupilas. Un sonido metálico, una breve pausa y de nuevo, metal tocando madera, y luego metal. Es música, música...



Y la puerta se abre. Tres pasos, tranquilos pero decididos. Dos hacia delante, uno dándome la espalda, en la misma dirección. Cierra la puerta con la misma serenidad calculada, no busca ponerme nervioso, quiere volverme completamente loco. El sonido metálico surge de la yema de sus dedos cansados, pero igualmente atractivos. ¡Sus dedos, sus dedos sobre mi piel, cuanto antes! La llave de la puerta va a parar a su lugar de descanso. La otra llave está ahora en su mano. Inclino la cabeza en señal de respeto, pero nuestras miradas no se separan. Puedo notar como se me erizan las pestañas. Todo mi cuerpo se incendia. Mis brazos apenas responden. Mis pies van por su cuenta.

Hace tiempo que todas las noches empiezan igual. He aprendido a interpretar unos cuantos papeles, pero nunca podré fingir la neutralidad que me gustaría. No creo que a él le importe; todo lo contrario. Sin poder evitarlo, o quizá un poco a propósito, mis labios se curvan y dejan ver una pequeñísima sonrisa.



- ¡Bienvenido!
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